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Friday 1 de April de 2016, 18:59:09
26-03-16: De paseo por el Delta del Ebro
Tipo de Entrada: RELATO | 1811 visitas

En compañía de Alba realizo la excursión circular al Faro del Fangar desde la Playa de la Marquesa, yendo por la playa y regresando por la pista interior envueltos por un paisaje desértico salpicado de dunas: es la Península del Fangar, de 410 hectáreas de extensión. Más tarde tomamos el coche y paseamos por la zona del Garxal, junto a la desembocadura del río con las islas de Buda y de San Antonio, de acceso restringido, en la otra orilla. Un mirador peculiar –Zigurat– y un refugio de avistamiento de aves amenizan el paseo.

 

 

Son cerca de las once de la mañana cuando partimos de la playa de la Marquesa, en Deltebre, con destino al Faro del Fangar, en la parte septentrional del Delta del Ebro. El aparcamiento está a tope, así que hemos dejado el coche en un lateral de la pista de acceso, bien ceñido a una acequia para no dificultar el paso, por ejemplo, de las autocaravanas. El faro dista unos cuatro kilómetros y puede alcanzarse tanto siguiendo la línea de costa como por el interior, a través de una especie de pista en medio del paisaje desértico. Nosotros hemos optado por ir junto al romper de las olas. De hecho, poco tardo en desprenderme de las botas de montaña, colgarlas de la mochila y caminar descalzo con el pantalón arremangado.

 

Una hilera humana se dirige hacia el faro. Debe de ser porque estamos en Semana Santa. A Alba le parece bastante turístico, a mí en cambio me gusta. El faro, conforme nos acercamos, parece hacerse más ancho, en cambio no me parece que se perciba más alto. Ella se entretiene mirando alguna concha y agachándose de vez en cuando para recoger alguna y examinarla más de cerca. Yo, me peleo con el pantalón, que se me revela e intenta, ayudado de la gravedad, pegarse también un baño. El agua está bastante fría pero al llegarme hasta poco más arriba de los tobillos, es soportable aun siendo friolero en grado sumo.

 

Mi cámara de fotos se queda sin batería y la de Alba está en el coche, así que tiramos de videocámara. Es la segunda vez que la uso. Con ella grabamos el paisaje. La verdad es que las fotos que aparecen por internet parecen más chulas, al menos parece que haya más dunas. Además, no suele aparecer gente y hoy la zona más bien está masificada. Aun así, merece la pena. La arena es finísima e incluso tenemos la sensación de ver a gente caminando sobre el agua: es la primera vez que veo un espejismo así. Y aunque el día es soleado, no es que haga precisamente calor.

 

En una hora o así alcanzamos el faro. Nos sentamos a su sombra a comer un poco, pero el viento hace que sintamos algo de frío y optamos por ponernos al sol. Dejo a Alba en el lugar y me dirijo, península adentro, hacia la Punta del Fangar, que parece no llegar nunca. Camino una media hora por un paisaje completamente solitario. ¡Qué sensación! L´Ampolla queda al otro lado del mar. Dado que Alba me espera y que aún hemos de seguir viendo el Delta del Ebro antes de ir a dormir a Miami Playa, en Mont-roig del Camp, me doy la vuelta sin conseguir alcanzarla.

 

De nuevo en el faro, con dolor en dos dedos del pie, me vuelvo a calzar y nos alejamos por el interior de regreso a la playa de la Marquesa para completar la ruta circular. El faro, de veinte metros de altura y color blanco con una franja roja en la mitad superior, va quedando atrás, paisaje desértico mediante. De las aves que anidan entre las dunas al otro lado de la zona acordonada, como los charranes o las gaviotas, no hay ni rastro. Lo que sí hay es viento, silencio, ausencia de vida y sensación de estar alejado de la civilización. ¡Parece mentira que estemos tan cerca de destinos turísticos masificados!

 

Debe de ser una sensación verlo iluminar de noche, de manera intermitente, cada doce segundos. Se supone que es visible hasta una distancia de unas doce millas mar adentro. Su historia es difícil de trazar, pero se sabe que el actual es de 1972, que durante la Guerra Civil fue destruido y que, en 1864, ya hay constancia de su existencia. En verano, en cambio, debe de ser bastante duro caminar sin ni una sombra en los alrededores, aunque siempre se puede realizar la aproximación a nado.

 

Hacia las dos, tres horas después de partir, alcanzamos la Playa de la Marquesa, cuya única edificación es un restaurante vasco. Lástima que la única plataforma que encontramos de avistamiento de aves, la hemos encontrado cerrada no sabemos por qué. Una vez en el coche, nos dirigimos a la población de Deltebre, situada en el corazón del delta. La recorremos en coche; no llegamos a apearnos pues no parece interesante y tampoco vamos sobrados de tiempo, hay que priorizar. En sentido a Riumar, nos dirigimos a la desembocadura del Ebro y aparcamos junto al puerto.

 

En un par de minutos alcanzamos el Mirador del Muntell de les Verges, un pequeño promontorio con vistas a la Isla de Buda, de acceso restringido, situada en la otra orilla del Ebro, provisto de imágenes de vírgenes. Junto a la orilla deshacemos el GR-99, conocido como Camino Natural del Ebro, pasando junto a algún pequeño embarcadero muy fotogénico y caminando incluso sobre una pasarela de madera y luego por un paseo de aspecto moderno, con carril bici, hasta la torre mirador Zigurat, una mole metálica que nos pilla por sorpresa: no sabíamos de su existencia.

 

A lo alto de esta especie de pirámide de maderase llega subiendo cual escalera de caracol pero de base cuadrada. Nos recuerda a una atracción de Port Aventura –por cierto, no muy lejano–, la Stampida. Son bien visibles, cercanas, la desembocadura del Ebro y las islas de San Antonio y Buda. Por una pista forestal, nos acercamos a un refugio de avistamiento de aves acuáticas. Con los prismáticos, observamos en silencio flamencos, fochas, ánades y garzas reales y otros cuyos nombres desconocemos. También los filmamos con el zoom de la cámara.

 

Antes de regresar, nos acercamos a un pequeño embarcadero de madera. ¡La de aves acuáticas que hay en el Garxal! Diría que agua salada y agua dulce se juntan en esta laguna a orillas del mar. De camino al coche, vemos pasar una embarcación turística y saludo al pasaje. No hay nada como sentirse libre e ir de aquí para allá por cuenta propia, según te dicta tu interior en cada momento, en vez de ser uno más del rebaño. El tiempo se nos acaba y dejamos atrás el delta del Ebro para cenar y pernoctar en la Costa Dorada. Dado que sólo se vive una vez, habrá que aprovechar. 

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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