A finales de noviembre decidimos subir al Monte Perdido. Hacía cinco años que no pasaba por Ordesa y su majestuosidad. Volví a enamorarme locamente de aquel reino de precipicios y cañones. Cuando fuí por primera vez era un mes de junio y estaba todo verde. Esta vez el paisaje era salvajemente invernal. El tiempo se puso imposible y ni siquiera llegamos al lago Helado (sobre todo por la horrible niebla que cada vez era más espesa, aparte de que no paró de nevar y llegamos a 18º bajo 0). Igualmente fué una aventura que siempre recordaremos, pues no creo que tardemos en volver!